martes, 7 de julio de 2009

Silencio


Sonaba más a chau que a despedida, el día que le hablaban los poros de cemento a aquella calle negra.
Cargó cada bolso con minucioso cuidado, que al final de cuentas era sólo uno. Los ordenó de mayor a menor y por color, como si en el primero se llevara los escondites de una cabeza aturdida, para no perderla más.
El sol de una tarde última atravesaba los ojos y tal como la nostalgia de Van Gogh lo pintó todo de amarillo.
Desde entonces menos besos que los martes por la noche. Todo estaba listo. Menos miradas que desafían a los lenguajes distintos. Sin letras, sin versos, se cerraron las puertas del auto. Deserción de inventos en las esquinas de plantas repetidas. Silencios desnudos. Manos gastadas. Que lloran.
Tres, dos, uno…
El ruido del motor rompió con la calma de la siesta y al llegar a la avenida se confundió con los demás ruidos. No lo vi más, desde el mentiroso jardín de su vereda de en frente.

Sol de tarde y silencio roto. En verano y en otoño siempre es igual. Y dónde van a parar los recuerdos cuando se olvidan, también se fugaron las palabras de los sin boca ¿Nosotros?

Sin embargo nada lo trae más cerca que recordar su respiración, una vez por día, cada vez más bajo hasta dormirse en mis oídos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario