martes, 7 de julio de 2009

Trenes eternos


Nunca nadie regresa completo, nadie lleva lo que no trajo ni devuelve lo que se robó de las mentiras de un cuerpo que no es el propio. Vivir es sólo juego de niños, que viajan a los países de los cuentos en trenes eternos. Y llevan almohadas para dormir en las aventuras. Y frazadas para cubrirse de los secretos que revelan los mayores. Se tapan la cabeza y hacen que el grande sea un mentiroso, el que esconde la mano, porque nadie entra en el mundo de un chico. Así pasan corriendo en las venas invisibles de un puente infinito que nunca tiene atrás, porque es tan quieto como la luna llena. Y ahí sólo hay tiempo para jugar, como cuando se escriben largas novelas de tragedias ajenas. Jugar a ser algún día, un ser eterno en un mundo gastado. 

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