lunes, 24 de agosto de 2009

Día mil


Patear cabezas de ciegos alrededor, de los que no te querían ver, hasta que sangren de tu aroma, de tu piel. Vos enseñabas que había un mundo más grande que una naranja para recorrer. Coincidíamos. Un día coincidimos. La noche se llenaba de risas, cuando este submundo dormía y nosotros abríamos una puerta a algún otro allá, que ahora no se dónde queda.

Nada era, no se de qué colores, de qué tamaños, no se qué existía porque con mirarte alcanzaba. Si caminábamos juntos, era suficiente una burbuja. Una caja de zapatos en donde estar en paz. La gente asfixiaba y reírnos nos costaba poco. Tus canciones siempre que era de noche hacían llorar a las paredes – yo salía corriendo a llorar conmigo para que no me veas – y vos nunca me confiabas en dónde te estabas soñando.

Correr saltando los atajos de los asfaltos mojados parecía una revolución de inocentes revelados. Salpicarse los pantalones y sentir que nadie lo hacía tan alto era poco más que tener el cielo agarrado con una caña de pescar. Arrancar flores de los jardines era como acostarse en una nube a soñar. No había más luz que la que dabas cuando no te ardía el cuerpo. Había lineas más tristes para hacer un cuento que para vivir. 

Escribo ahora sin números, tenías razón en no confiar en las cosas que soñé por obligación. Yo que quería construir con cemento un funeral de mi vida. Contar las mentiras de mis dedos, calcular el instante perfecto de sentir. Piedra libre detrás de tus ojos. Ganaste. ¿Sabrás? Ahora... Cuántos días más sin mi. Mil ya me parece demasiado. No quiero jugar más. 

Hay un par de ojos negros en el fondo, que no se borran del paisaje urbano prosaico jamás, ojos que me van llevando a un perfecto laberinto de jueves sin vos y noches sin música. Es un horizonte barato de este sinsentido lugar donde perecen las alas cada día un poco más. Hay una risa que impune atraviesa el silencio de las noches dormidas, ahora sin ansias. Ahora sin rencor.

Ahora sin mí. 

Alguien dijo que nadie más que yo me fui de mi.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Ya


Un abismo divide el resto. Porque ayer es este mismo instante un abrir y cerrar de ojos atrás. 

Ya es ayer. Ya es ahora.

Ya

El miedo a veces es el peor de todos los miedos. Porque no hay prohibido. No hay tampoco, fin sin registro del presente. Sólo vertiginosos hastaluegos fugitivos. No hay ardor sin cosquillas.


Volarse el pelo como en una hamaca con los pies hacia el cielo, con los ojos en las manos que se llenan de aire. Libertad. Dije quiero. Amarraré el cielo con mis pies y me envolveré en una nube azul. Sin tristeza. 


Todavía soy más yo que en cualquier ojo de cerradura. Voy a cerrar las puertas y no bajar más escaleras de rodillas. Acaso duele menos. Quiero que la vida no tenga llaves.


Con riesgo. Porque antes es tarde. Y mañana no se cómo se escribe. No existe palabra que escriba ni un décimo del día después del de hoy.


Siempre hay luz cuando te miro por algún rincón infinito. 
No hay rastros de ningún sol a la mañana que no asome en vos.
No existe ni cerca ni lejos. Porque por qué no pregunta nada. 
Da(s) aire. 


Firmo...

sábado, 25 de julio de 2009

Otra vez será


Vuelta a la cama. Y estoy sentada en el mismo lugar que anoche. Y que mañana. Los pies se acomodan de manera perfecta para no descansar de mí por infinita jornada consecutiva.

Te saco de abajo de la almohada, despacio. Hacés ruidito, como a recuerdo. Y tus ojos se acomodan en mis manos. Sonreís, como las piedras a las que le hacen cosquillas el mar y la arena.

Es agosto y hace frío, pero igual no me diste tiempo a alcanzarte un abrigo, rápido saliste volando por la ventana. Aunque no dijiste, me imagino que otra vez será: hasta mañana.  

viernes, 17 de julio de 2009

Pies del alma


Gelman habla de los pies del alma.

Yo creo que en algún punto tienen que ver los pies con el alma.

Anoche no pude dormir porque tenía frío en los pies...

Si abrazos se escribiera con x

Risas de ojos cansados como prisioneras de un secreto que me baila por tu mente. De manos agotadas que buscan buscarse en los rincones de la planta de tus pies. Y un silencio en blanco que llena el papel con destellos de tu vos más voz. Que pasaría si abrazos se escribiera con x.

(Permiso y gracias...) 

martes, 7 de julio de 2009

Silencio


Sonaba más a chau que a despedida, el día que le hablaban los poros de cemento a aquella calle negra.
Cargó cada bolso con minucioso cuidado, que al final de cuentas era sólo uno. Los ordenó de mayor a menor y por color, como si en el primero se llevara los escondites de una cabeza aturdida, para no perderla más.
El sol de una tarde última atravesaba los ojos y tal como la nostalgia de Van Gogh lo pintó todo de amarillo.
Desde entonces menos besos que los martes por la noche. Todo estaba listo. Menos miradas que desafían a los lenguajes distintos. Sin letras, sin versos, se cerraron las puertas del auto. Deserción de inventos en las esquinas de plantas repetidas. Silencios desnudos. Manos gastadas. Que lloran.
Tres, dos, uno…
El ruido del motor rompió con la calma de la siesta y al llegar a la avenida se confundió con los demás ruidos. No lo vi más, desde el mentiroso jardín de su vereda de en frente.

Sol de tarde y silencio roto. En verano y en otoño siempre es igual. Y dónde van a parar los recuerdos cuando se olvidan, también se fugaron las palabras de los sin boca ¿Nosotros?

Sin embargo nada lo trae más cerca que recordar su respiración, una vez por día, cada vez más bajo hasta dormirse en mis oídos. 

Fines


Hoy voy a cambiarlo todo.

Hacer que sangres en mis heridas hasta arrancarte de raíz - o de mi.

Trenes eternos


Nunca nadie regresa completo, nadie lleva lo que no trajo ni devuelve lo que se robó de las mentiras de un cuerpo que no es el propio. Vivir es sólo juego de niños, que viajan a los países de los cuentos en trenes eternos. Y llevan almohadas para dormir en las aventuras. Y frazadas para cubrirse de los secretos que revelan los mayores. Se tapan la cabeza y hacen que el grande sea un mentiroso, el que esconde la mano, porque nadie entra en el mundo de un chico. Así pasan corriendo en las venas invisibles de un puente infinito que nunca tiene atrás, porque es tan quieto como la luna llena. Y ahí sólo hay tiempo para jugar, como cuando se escriben largas novelas de tragedias ajenas. Jugar a ser algún día, un ser eterno en un mundo gastado. 

Que no vuelva


Dice ella que le digas al que fue que le regale de nuevo las dos flores amarillas.

Que lo traiga agosto con el viento y le alcancen las veinticinco horas de la noche.

Dice que se las devuelva, a las flores, del cajón de las cosas que no encuentra para que no la miren, y no las volverá a deshojar nunca más.

Decile que me dijo que le cree.

Que le cree de día cuando mira el sol que le ablanda los ojitos negros.

Pedile a él que no vuelva más de noche a meterse por el agujero de la cerradura porque trae más frío del que se llevó.

Que no vuelva tampoco, a irse nunca más, sin ella.

Eso grita. Eso me grita desde dentro de mi cuerpo.

Me aturde.

Créele sólo una vez para que se duerma tranquila, como un sueño cumplido.

Créeme, que los humanos pueden volar. 

Nunca más es demasiado lejos...